Encuentro en el metro

/
0 Comentarios


La multitud aturdidora aullaba en torno a mí al momento de entrar en el vagón.

— Se les informa a los señores usuarios que... —

Alta, delgada, ágil y noble. Surge de pronto, como un fogonazo de espiritualidad, aquella fugitiva belleza cuya mirada te hace renacer y succiona todo el oxígeno del vagón apenas entra en él. Ella es el fin de todas tus miradas furtivas, irresistiblemente atraídas en una vorágine que alcanza todo el universo. Bebes en sus ojos aquella dulzura que fascina y aquel placer que mata. Tú la conoces, la has visto, en otra vida se amaron. Tu corazón, crispado de un modo extravagante, se exalta al ver una sonrisa que reconoce tu existencia. Un cruce de miradas se vuelve un flujo de complicidad en doble vía. La vergüenza te hace bajar los ojos al suelo. ¿Verguenza? No. Bajas la vista para privar al otro la posibilidad de conocerte. Pero es inútil. Ella te conoce, te ha visto, en otra vida se amaron. Tocas su hombro y todo el tiempo se detiene, todo se disuelve. Sólo son tú y ella. Nada más existe. Sus almas se reconocen, hacen eco una en la otra. Ella no reacciona, pues nada más existe. 

Intentas de nuevo, un ligero toque en su hombro. Nada más existe...

— Un permiso, por favor.

…al menos hasta la próxima estación.




Fotografía; Waiting for the subway por Jake Stimpson 



También podría interesarte

No comments: