Trozos de Cartas a Milena

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Estoy leyendo, en contra de su voluntad expresa, Las Cartas a Milena de Franz Kafka, una compilación de cartas entre el autor y la escrita checa Milena Jesenka-Pollak —que además era su traductora al Checo— con la que mantuvo un breve romance y una abundante correspondencia. Es muy pronto para dar mis impresiones o escribir una reseña. Pero quise compartir con ustedes algunos trozos de las cartas que me han gustado. Más adelante iré añadiendo más citas a este artículo, así que estén pendiente. La lista la encabeza mi favorita hasta ahora.

"Y, sin embargo, mentiría si dijera que la extraño. Es el hechizo más perfecto y más doloroso. Usted está aquí, igual que yo y con mayor intensidad aún; allí donde yo estoy, está usted, como yo y más intensamente aún. No bromeo. A veces imagino que usted -que está aquí- extraña mi presencia y pregunta: "¿Pero dónde está? ¿Acaso no escribía diciendo que estaba en Merano?" [...] El día es tan corto. Transcurre y termina con usted y fuera de usted sólo hay unas pocas nimiedades. Apenas me queda un rato para escribirle a la verdadera Milena, porque la Milena más verdadera aún ha estado aquí todo el día, en la habitación, en el balcón, en las nubes."





"He advertido, de pronto, que en realidad no recuerdo su rostro en detalle. Sólo creo ver aún su figura, su vestido, mientras usted se alejaba entre las mesas del café." 

"En lugar de un saludo, yo te decía, rápidamente, movido por algo que veía en tu rostro "Me imaginabas distinto." Tú respondías: "Si te he de ser franca, te imaginaba más guapo."

"El hombre martirizado por sus demonios se venga ciegamente en su prójimo"

"No, hay algo más para hoy: si usted distrae un solo minuto de su sueño para dedicarlo a la tarea de traducción será como si me estuviera maldiciendo. Porque si algún día se me somete a juicio, no habrá largas investigaciones, bastará con afirmar: él la privó del sueño. Eso bastará para que me condenen, y con razón. De modo que estoy luchando por mí cuando le ruego que no vuelva a hacer algo así." 

"Mientras estaba tendido allí, a un paso de mí yacía un escarabajo, patas arriba, desesperado. No podía enderezarse, me habría gustado ayudarlo, era tan fácil hacerlo, bastaba un paso y un empujoncito para brindarle una ayuda efectiva. Pero lo olvidé a causa de la carta. Además no podía ponerme de pie. Por fin, una lagartija logró que volviera a tomar conciencia de la vida que me rodeaba. Su camino la llevó hasta el escarabajo, que ya estaba totalmente inmóvil. De modo que no fue un accidente, me dije, sino una lucha mortal, el raro espectáculo de la muerte natural de un animal. Pero la lagartija al deslizarse por encima del escarabajo, lo enderezó. Por uno instantes continuó inmóvil, como muerto, pero luego trepó la pared como la cosa más natural. Es probable que eso me haya brindado, de alguna manera, un poco de coraje. Lo cierto es que me puse de pie, bebí leche y le escribí a usted." 


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