La siguiente entrada comienza una serie de comentarios sobre la obra de Baudelaire: Las Flores del Mal. 

A pesar de que Charles Baudelaire es aclamado como uno de los más grandes poetas líricos del mundo, su relevancia en la historia literaria nace casi enteramente de un libro, un volumen de poemas llamado "Le Fleurs du Mal" (Las Flores del Mal). El libro fue un fracaso crítico y popular durante la vida del autor, principalmente porque aterró a mucha gente con su contenido —escritos de perversión sexual, corrupción moral así como enfermedad mental y física. Sin embargo, este libro introdujo temas así como una especie de contemplación propia que profundamente cambió la literatura, y en particular, la poesía del siglo XX. Para muchos críticos, Las Flores del Mal comenzó la transición del Alto Romanticismo a lo que ahora pensamos como poesía moderna. T. S. Eliot consideraba este volumen no sólo el principio del modernismo sino la joya de su corona; el poeta llamó a Las Flores del Mal "El más grande ejemplo de poesía moderna en cualquier idioma". En lo personal, Las Flores del Mal se ha vuelto una especie de biblia. Charles Baudelaire me acompaña cada noche a orar desde la magnificencia. Comparto el poema original y mis traducciones favoritas en inglés y español de este poema que a su vez traduce en palabras y explica una obsesión particular que poseo.

Obsession

Grands bois, vous m'effrayez comme des cathédrales;
Vous hurlez comme l'orgue; et dans nos coeurs maudits,
Chambres d'éternel deuil où vibrent de vieux râles,
Répondent les échos de vos De profundis.
Je te hais, Océan! tes bonds et tes tumultes,
Mon esprit les retrouve en lui; ce rire amer
De l'homme vaincu, plein de sanglots et d'insultes,
Je l'entends dans le rire énorme de la mer
Comme tu me plairais, ô nuit! sans ces étoiles
Dont la lumière parle un langage connu!
Car je cherche le vide, et le noir, et le nu!
Mais les ténèbres sont elles-mêmes des toiles
Où vivent, jaillissant de mon oeil par milliers,
Des êtres disparus aux regards familiers.

— Charles Baudelaire

Obsession

You forests, like cathedrals, are my dread:
You roar like organs. Our curst hearts, like cells
Where death forever rattles on the bed,
Echo your de Profundis as it swells.
My spirit hates you, Ocean! sees, and loathes
Its tumults in your own. Of men defeated
The bitter laugh, that's full of sobs and oaths,
Is in your own tremendously repeated.
How you would please me, Night! without your stars
Which speak a foreign dialect, that jars
On one who seeks the void, the black, the bare.
Yet even your darkest shade a canvas forms
Whereon my eye must multiply in swarms
Familiar looks of shapes no longer there.

— Roy Campbell, Poems of Baudelaire (New York: Pantheon Books, 1952)

Obsesión

Grandes bosques, me asustáis como las catedrales;
aulláis como un órgano; y en nuestros corazones malditos,
cámaras de eterno duelo donde vibran antiguos estertores,
responden los ecos de vuestro De Profundis.

¡Te odio, Oceano!, tus saltos y tus tumultos,
mi espíritu los descubre en él; esa risa amarga
del hombre vencido, llena de sollozos y de insultos,
yo la oigo en la risa enorme del mar.

¡Cómo me gustarías, oh noche, sin esas estrellas
cuya luz habla un lenguaje conocido!
¡pues yo busco lo caído, lo negro y lo desnudo!;

pero las tinieblas son lienzos
donde viven, saltando de mis ojos a millares,
seres desaparecidos de miradas familiares.




Quisiera compartir con ustedes el ensayo que da nombre al libro "Cómo leer la poesía: Ensayos sobre literatura y arte" de Hanni Ossott publicado por la Editorial bid & co. para su Colección Intramuros de la serie literaria. Adquirí este libro siguiendo la sugerencia de alguien cuya opinión valoro y respeto. Sin embargo, lo compré con recelo. Me esperaba un libro sobre métodos de valoración uniformes, disponible para cualquier lector y en el que encaja cualquier autor, sobre teorías estéticas o sobre críticas objetivas. Éste libro contiene nada de eso. Pocas veces un ensayo ha resonado tanto conmigo como éste. La mayoría de los ensayos de este libro son breves. Cada uno trata de muchos temas diversos y diferentes: desde las esculturas de Gego, el amor, la enfermedad, la muerte y la noche. Para mí, leer este libro, fue como leer un cuaderno de anotaciones de la autora, lleno de espacios de reflexión, o espacios para decir lo mismo, como ella titula otros de sus libros.

Cómo leer la poesía

Y la estrella viaja con sus piernas de fuente pura

HENRY CORBIN

Hace muchos años vi en una revista la cita de un verso de Henri Corbin. En ese momento quedé maravillada y su nombre fue guardado por mí en mi cerebro. Unas semanas atrás mi amigo Alberto Conte me enseñó una traducción de Corbin realizada por Juan Calzadilla y Eugéne Modestine. Sela compré, secretamente emocionada, porque sabía cuán difícil es entrar en contacto con un libro bueno hoy. Desde hace siete dáis ando con el libro Lejos como un viaje. Si acaso he podido leer siete poemas. Uno por noche. Leo los poemas en alta voz, los transcribo en mi cuaderno como cualquier Pierre Menard, se los leo a mis amigas por teléfono. Corbin me tiene emocionada. No sé cómo es él. Sé que es martiniqueño. No me imagino qué pueda ser la isla de Martinica, ni lo que se come allá. Me basta la palabra del poeta. Ahora tengo con quien orar de noche desde la magnificencia.
Me gusta descubrir un poeta. Es tan difícil penetrar en un mundo poético particular que cuando esto sucede resulta un acontecimiento. Una de las cosas más arduas es enseñar a leer poesía y yo lo realizo.La poesía le llega a uno como llega el amor o la fiebre. Por no se sabe qué razones. A veces podemos leer reiteradamente a un poeta y todavía no nos llega. Y es que no estamos preparados para él. La poesía tiene una duración, un tiempo, un cuajar en nuestra alma que nada tienen que ver con nuestras decisiones.
El lector de poesía debe ser ante todo un lector humilde, pasivo, receptor de riqueza. Por una rara conjunción, el lector tiene que tener la edad del poeta; no la edad cronológica, sino la edad mental, anímica, psíquica.
Hace ventitrés años conocí a Rilke. Fascinada por él quise hacer mi trabajo de grado sobre su obra, pero no pude. Había en ese entonces ciertas imágenes que no comprendía. Pero no lo abandoné, seguí leyéndolo, con fervor, pasivamente, escuchando... Veinte años después pude escribrir diez cuartillas sobre las Elegías de Duino que constituyen ahora el prólogo a mi traducción. Esto no me desanima. Durante veinte años me ha acompañado un poeta, no cinco poetas, sino uno. También me acompañan dos o tres novelitas. No más. Virginia Woolf, Thomas Mann, Hermann Broch... No son demasiados los libros que uno necesita para volverse sabio.
Ahora tengo un poeta nuevo que me durará probablemente ventitrés años para comprenderlo. Estoy feliz. Esto queire decir que a los sesenta y cinco años podré escribir algo sobre él, si es posible.
Ante mí hay dos versos de Corbin y me fascinan, pero no puedo decir exactamente qué significan, así como no puedo explicar lo que sea un beso:

Y los pájaros al desprenderse como hojas cortan
la cabeza del cazador en la noche

Leer poesía no es lo mismo que leer novelas o leer el periódico. Cuando leo poesía me encierro en mi cuarto para que no me vean, porque allí hago muecas, danzo, ondulo, leo en alta voz, me contorsiono como Ulises ante las sirenas, me acuesto en el piso, lloro, es decir, me conecto con lo más profundo del inconsciente. Y eso no se le puede mostrar a nadie, para ello —como dice Virginia Woolf— es preciso un cuarto propio. No le aconsejo a mis alumnos, por ejemplo, que lean poesía en un carrito por puesto. Porque la poesía es un templo y a ella se va con una vestidura especial y adecuada. Un velo.
Si a mí se me pidise un buen consejo sobre cómo leer la poesía diría que ante todo hay que querer leerla. Querer como querencia. Sin mala fe, sin desesperación. Averiguando qué diablos quiso decir el poeta. Porque los poetas son difíciles de leer. Uno puede quedarse ventitrés años con una frase incomprensible y alegrarse por ella... porque en el fondo casi la comprende. Y así uno manda la razón y la conciencia a paseo. Cada quien sostiene a un poeta.

Penélope
Cosido los ojos
La luna y el atrio
Tienen por chorro de agua
A la esposa.

HENRI CORBIN

Hannit Ossott (1946-2002) Nacio en Caracas, estudió en la Universidad Central de Venezuela, donde también trabajo como profesora de la Escuela de Letras. Recibió en 1972 el Premio José Antonio Ramos Sucre por su libro Formas en el sueño figuran infinitos, así como el Premio Lazo Martí y el Premio Conac de peosía, además trabajó como traductora y crítica.

memento mori [ˈmɔːriː] n [Latín: recuerda que morirás] Un objeto, como una calavera, que tiene el propósito de recordarle a la gente la inevitabilidad de la muerte.

Todos, eventualmente por supuesto, moriremos. Los escritores morirán, los artistas morirán, los filósofos y aun los políticos morirán, y tú, y yo, moriremos. Inclusive puede haber una persona muy cerca de ti, justo ahora, cruzando la calle irresponsablemente que morirá en cuestión de segundos, y todo por culpa de cierto autobús lleno de payasos. Todos moriremos, pero muy pocas personas quieren ser recordadas de este hecho fatal—fatal, una palabra que seguro sabes se refiere a algo inevitable y predestinado y no necesariamente a algo malo—. Puedes intentar esconderte y puedes intentar rezar, pero todos terminamos en un lugar de lirios y restos.

Memento mori se refiere a un vasto rango de elementos en el arte con el propósito de recordar a las personas su propia muerte eventual. Puede ser el tema de una pieza entera o quizás solo un pequeño elemento, como una calavera diminuta en la esquina de una pintura. Son comúnmente usados en el arte como figuras de calaveras, relojes de arena, velas apagadas, flores o frutas muertas e insectos.

Su origen data del imperio romano. Cuenta la historia que un general famoso regresaba a Roma victorioso de una larga batalla, con su carroza llena de los tesoros de su victoria. El general abrió su cofre ante el pueblo para mostrar sus riquezas y su invencibilidad. Un viejo esclavo al ver esto, arrojó un viejo hueso a los pies del general y le dijo: "Respice post te! Hominem te esse memento! Memento mori!" y desde ese día se volvió una costumbre en Roma, que cada general o emperador tuviera un esclavo en su carroza, cuyo deber era sostener una calavera y susurrarle al oído "Respice post te! Hominem te esse memento! Memento mori!" (Mirá detrás de ti. Recuerda que eres sólo un hombre. Recuerda que morirás.)

Cualquier cosa relacionada con el paso del tiempo puede ser uno, aún muchos relojes públicos incluían frases como Tempus fugit que significa “el tiempo vuela” o usaban una figura de La Muerte para golpear las campanas. Los relojes de pulsera también eran frecuentemente adornados con frases o calaveras para recordarle al usuario que su muerte era inevitable y el tiempo se acababa.

Otro género popular en el que es popular es el arte funerario. Muchos cementerios tenían lápidas o estatuas de calaveras o esqueletos. Aparecen en la literatura y la música así como en el arte visual también. Ya no son tan populares como solían serlo, pero aún se pueden encontrar ejemplos en la era moderna, particularmente en los reinos de la literatura y la música.

Memento Mori es el título que uso para mi colección de escritos y artículos sobre encontrar belleza en sitios inesperados y oscuros, sobre encontrar en el arte, en la literatura, en el cine, en la música, en toda experiencia artística y aun en la vida misma todas esas funestas cosas que nos hacen recordar que el tiempo vuela, que debemos vivir y disfrutar nuestras vidas dignamente día a día, que el mundo es un lugar atemorizante lleno de cosas aún más atemorizantes, que hay enemigos más peligrosos que la muerte y que eventualmente, todos vamos a morir, y que no hay absolutamente nada malo en eso.

Quizás tras disipar al disipar las sombras que se ciernen sobre la figura de la muerte y vencer mis miedos pueda así resolver —y disfrutar— antes de morir, el complicado misterio de nuestras vidas.


La multitud aturdidora aullaba en torno a mí al momento de entrar en el vagón.

— Se les informa a los señores usuarios que... —

Alta, delgada, ágil y noble. Surge de pronto, como un fogonazo de espiritualidad, aquella fugitiva belleza cuya mirada te hace renacer y succiona todo el oxígeno del vagón apenas entra en él. Ella es el fin de todas tus miradas furtivas, irresistiblemente atraídas en una vorágine que alcanza todo el universo. Bebes en sus ojos aquella dulzura que fascina y aquel placer que mata. Tú la conoces, la has visto, en otra vida se amaron. Tu corazón, crispado de un modo extravagante, se exalta al ver una sonrisa que reconoce tu existencia. Un cruce de miradas se vuelve un flujo de complicidad en doble vía. La vergüenza te hace bajar los ojos al suelo. ¿Verguenza? No. Bajas la vista para privar al otro la posibilidad de conocerte. Pero es inútil. Ella te conoce, te ha visto, en otra vida se amaron. Tocas su hombro y todo el tiempo se detiene, todo se disuelve. Sólo son tú y ella. Nada más existe. Sus almas se reconocen, hacen eco una en la otra. Ella no reacciona, pues nada más existe. 

Intentas de nuevo, un ligero toque en su hombro. Nada más existe...

— Un permiso, por favor.

…al menos hasta la próxima estación.




Fotografía; Waiting for the subway por Jake Stimpson 



1.       Siempre me han incomodado los abrazos. Nunca los espero, nunca sé cómo reaccionar ante ellos, siempre pienso que estoy haciendo algo mal y que soy muy torpe. Sin embargo, son una de las cosas más conmovedoras para mí.
2.       Siempre me ha gustado mucho estar solo. Mi pareja debe ser una mujer muy especial para mejorar el placer de mi propia compañía. Nunca he sido una persona humilde. Yo soy como soy, es mi naturaleza. No me creo mejor o peor que el resto, sólo me tomo mis apetencias más en serio que la mayoría de las personas.
3.       Siempre me considero una persona muy fría en el trato personal, introvertido y silencioso. Sin embargo, en un salón de clase, soy una persona extrovertida, llena de confianza y muy locuaz.
4.       Siempre he odiado el contacto físico constante, sobre todo al momento de saludar una persona y excepto en contadas ocasiones.
5.       Siempre me ha encantado el origami, pero no lo hago mucho en público. El Origami jugó un papel importante en mi vida cuando dejé de fumar.
6.       Siempre me han criticado que no sonrío en las fotos. Es cierto. Sólo sonrío en las fotos en las que aparezco practicando artes marciales.
7.       Siempre he sufrido pequeños ataques de pánico existencialistas. La intensidad de los mismos varía, y todos son ocasionados por un recordatorio de la inevitabilidad de la muerte.
8.       Siempre he sido y seré mucho más estricto conmigo mismo que con los demás.
9.       Siempre me he sentido identificado con el poema “Annabel Lee” de Edgar Allan Poe. No pregunten porqué.
10.   Nombré este blog luego de leer el libro de Italo Calvino.