Sobre el desarrollo de las civilizaciones humanas marcadas por el miedo.

Hace ya muchos años, un niño escandinavo escuchaba la historia de cómo Midgard, la tierra donde él vivía, era constantemente amenazada por inimaginables peligros, provenientes del oscuro mundo del caos: Utgard, habitada por peligrosos y desagradables trolls dispuestos a destruir el delicado balance entre las fuerzas del bien y del mal. Los Trolls secuestraban a Freya, la diosa de la fertilidad, y era por su ausencia que las cosechas no prosperaban, las mujeres no tenían hijos y el mundo a su alrededor se tornaba seco, frío y sombrío. ¿Cómo podría la humanidad sobrevivir a tan espeluznante realidad? Sólo el heroico Thor, cuyo martillo; de un poder ilimitado, no sólo desgarraba las nubes dando origen a las lluvias, sino que además era el arma suprema contra las fuerzas de la oscuridad. Sólo él podía vencer a los gigantes y a los trolls, recuperar a la diosa Freya y llevar junto con ella  la primavera y la felicidad a su tierra. He aquí, que el niño escandinavo escuchaba una historia que le provocaba miedo, pavor, e inclusive repugnancia ante la amenaza de aquellos Trolls, amenaza que sólo el dios del trueno y la lluvia, Thor, altísimo protector, podía vencer. He aquí una explicación mítica de cómo el miedo comienza a marcar a la humanidad desde sus orígenes, dando nacimiento a los sentimientos de espanto y disgusto a todo aquello que no comprendíamos, que desconocíamos, enalteciendo a todos aquellos seres únicos, tan poderosos, que eran capaces de superar el miedo y vencer a los peligros amenazantes.

No sólo en las civilizaciones nórdicas y germánicas podemos encontrar ejemplos como éste. En la antigua Grecia podemos encontrar como los muertos eran provistos de monedas ante la terrible posibilidad de que el fallecido terminará vagando por el inframundo, pues Caronte, el barquero, encargado de guiar las almas errantes de los difuntos, requería de un pago por sus servicios. Bajo las arenas del olvidado Egipto encontramos gatos cuidadosamente embalsamados junto al difunto, los gatos, guardianes de las puertas del infierno, se encargarían de impedir que alguna momia maldita pudiera regresar de su eterna condena.

La ficción ha explotado siempre los mitos y miedos contenidos en la historia del hombre. No es casualidad que Dracula o El Hombre Lobo habitaran en lo profundo del bosque, nido de innumerables peligros que amenazaron a la humanidad durante siglos.  No es providencial que Mr. Hyde, personificando nuestros primitivos instintos reprimidos, sea el demonio de una época en que la ciencia y la razón comienzan a dominar sobre las antiguas supersticiones, donde la imagen social es de vital importancia y  donde el temor se muda de los bosques hacía el interior de nuestro propio ser.

¿Cuáles son los miedos actuales? Aquellos que radican en el ser humano y en la sociedad. Los relatos de horror de hoy nos hablan de mundos distópicos y post-apocalípticos, donde toda nuestra economía y política ha colapsado. Nos resulta monstruoso cuan primitivo puede tornarse el ser humano empujado a los limites por la pobreza, miedo de un mundo capitalista, al punto de convertirnos de nuevo en caníbales. No es difícil encontrar en los relatos de horror de hoy  toda una sociedad decadente donde lo más importante es sobrevivir, más allá de los valores del amor, de la familia, o inclusive la convivencia. Sin embargo, más importante es la evidencia que radica intrínseca y burlesca de que el género de horror ha cambiado radicalmente.

¿Qué pasaría si transportáramos los miedos antiguos a la actualidad? ¿Acaso sentimos el mismo miedo al escuchar la tormenta? En la actualidad, al hablarle a un niño de “El Poderoso Thor”, lejos de pensar en la sequía y la cosecha, lejos de sentir miedo alguno por los trolls o los gigantes, éste comentará que Thor es uno de sus personajes favoritos de los cómics de Marvel. Al hablar de los gatos como guardianes del inframundo, muchos pensaran primero en los relatos de Anne Rice, o como los gatos, representaban el mayor miedo de Imhotep, la momia de las famosas películas de ficción que regresa a la tierra en busca de venganza. En un género que se caracteriza por provocar en el espectador sensaciones de terror y repugnancia no hay mayor ironía que los demonios de una época, lejos de asustarnos, ahora nos entretengan.

A medida que pasa el tiempo, a medida que avanza la civilización, irónicamente, va cambiando también el género de horror, convirtiéndolo casi en comedia. El Dracula que un tiempo nos causaba verdadero pavor, hoy podemos verlo impreso en cajas de cereal. Los trolls que aterrorizaban a los escandinavos ahora podemos verlos impresos a todo color en las manos de cualquier niño de 10 años que tenga un cómic de Thor. Los adeptos al encanto gótico de estos demonios podremos sentir nostalgia y melancolía ante la consciencia de este hecho. Sin embargo, la ironía que convierte el horror antiguo en comedia moderna, lejos de empobrecer o enriquecer al género actual, lo empuja a reinventarse a la par del hombre.

El villano actual no es sobrenatural, no es un vampiro o un lobo lejano, es un asesino en serie que podría ser cualquiera de nosotros mismos, si sólo nos dan el empujón adecuado. Los primeros zombies nacían de extrañas religiones caribeñas y maldiciones, los zombies actuales nacen de un experimento químico que salio mal, de la proliferación de un virus o una epidemia. Los fantasmas de hoy no arrastran cadenas ni vagan por los cementerios. Invaden nuestras casas gracias al fenómeno de la voz electrónica,nos hablan desde nuestros propios televisores, cintas de audio, grabadoras, etc. Miedo de un mundo donde la ciencia y la tecnología avanzada puede darnos explicaciones lógicas aún a hordas de zombies atacando nuestras casas.

La ficción ha encontrado en el horror, su más sublime fuente de inspiración. Una que es renovable, que innova constantemente a medida que los demonios y miedos humanos van cambiando. Una fuente, sin duda alguna, ilimitada, pues apenas vencemos un miedo surgen miles de otros. 

RETIRED - Alexander Tang, Georg-Simon-Ohm Hochschule


Nadie me escuchó ese día en la rueda de prensa. No es que tuviera derecho a réplica. No es que hubiera podido tenerlo, nunca fui convocado al evento en el cual se anunciaba que yo… ya no era imprescindible. Lo irónico es que aun así estuve presente, pues era mi deber cubrir dicho evento bajo el disfraz de mi doble identidad. Aún puedo recordar las peores palabras que he escuchado en mi vida, pronunciadas ese día.

— ¿Y qué si puede volar? — gritó algún entreverado. Uno más entre la multitud que prosiguió con una voz burlona y una pésima pronunciación del inglés— ¡Hey, yo también puedo! ¡Para eso existe Santa Bárbara o American Airlines!

Ésta fue sólo una de muchas quejas y reclamos y argumentos absurdos y sin sentido que tuve que escuchar ese día. “¿Y a quién le importa si es fuerte?”, “¿Quién paga la cuenta de ese teléfono para llamarlo?”, “O sea, yo no tengo nada en contra de él… Es sólo que, ¿sabes?, el bien está así como… fuera de onda, ¿me entiendes?”, “¡Es que es así como… demasiado noble!”

Sí, soy un superhéroe. Lo era. Lo soy. Desde mi atalaya velo por la humanidad, persiguiendo delincuentes y luchando a capa y espada por la paz, el amor y la justicia.

Pero hoy me doy cuenta que muy poca gente; aún entre los más aficionados de las novelas gráficas, pueden entender lo que es ser un superhéroe y lo que eso conlleva: Ser siempre oscuro, ser siempre frio y estar siempre tan lleno de conflictos. Nunca tener una mano que sostener ni un hombro para llorar. ¿Te imaginas vivir en silencio, sin vida propia y siempre metido en un incómodo disfraz que además te da picazón en la entrepierna? Imaginen vivir siempre bajo la presión y el deber de ser fuerte todo el tiempo, siempre honrado, siempre bondadoso. Y lo más importante, imaginen vivir siempre solo, pues la soledad es inevitable para aquellos que siempre se atañen a la moral de los héroes como yo. Eso fue lo que sucedió ese día. Soy un caballero oscuro con un alma brillante en un sitio donde no hay lugar para los valientes y atrevidos.

No los culpo por no entender, nadie está preparado para entender la verdadera naturaleza de ser un paladín de la justicia... Vamos, que ni siquiera yo lo estaba. Ese día, al ver los rostros y los ojos de cada uno de los malagradecidos ciudadanos de aquella metrópolis decadente, pude darme cuenta: A nadie le gustan ya los superhéroes. A nadie le interesa el hombre que representa todo aquello que los supera. Nadie quiere conocer al hombre que representa esa moral inmaculada e impoluta, tan alta e inalcanzable en los cielos que parece propia de una deidad y no de un ser que camina entre seres corruptos y condenados.

Ese día pude entenderlo. Yo sí era… Yo sí soy demasiado noble, demasiado ciego. Pude entender lo que decían sus miradas. “Ya somos mayorcitos, podemos cuidarnos solos. No necesitamos a alguien que se preocupe por esa bondad y esa inocencia que hemos dejado atrás”. Pude ver que más allá de todas mis nobles campañas y de las incontables veces que salvé la ciudad… Ellos sólo veían todo el mal que ellos habían obrado en sus vidas, reflejado en mis ojos.

¡Santos Murciélagos! Tal parece, que he sido traicionado.

Lo siento, pero no resucitare esa cruzada ya. Ya no estaré ahí junto al teléfono. Ya no responderé a la señal. Ya verán. Se arrepentirán. Me vendrán a buscar y yo no estaré ahí. No, estaré aquí, entre archivos y expedientes, desde donde escucho a los chicos al poder celebrar, la victoria de ese malicioso juego de engaños y mirando por encima del hombro al mundo que han creado, una tierra de niños perdidos y cerebros sedados. Aquí, desde el armario en el que, entre otras nobles campañas, velo por un piso al que limpiar, persiguiendo gérmenes y luchando a trapo y escoba contra el sucio, el polvo y las manchas.

Ésta es ahora mi vida y no preciso más.


Un mundo entero nos aguarda al apagar las luces. Nuestra imaginación hace maravillas cuando nadie la ve. En nuestros sueños yacen figuras infantiles, garabatos al azar y recuerdos medio recordados.

Ana Somnia es un proyecto artístico de Rostlaub, un grupo de artista que crea un mundo de belleza mórbida usando animaciones innovadoras, arte, diseño, música y programación de formas inimaginables. En Ana Somnia intentan emular cómo soñamos con esa combinación de código, animación y paisajes sonoros. En ella, las ilustraciones del artista Kim Köstler’s se van mezclándose sobreponiéndose una sobre otra hasta parecer la misma y sin embargo, diferentes.